martes, 23 de julio de 2013

La biblioteca


Siempre quise tener una biblioteca privada, la que tengo –si se puede llamar así – es un lugar en donde feliz, pierdo mi tiempo cada vez que puedo. Mi padre nunca tuvo una, lo más que vi de libros en mi casa cuando yo era niño fueron dos libros de Marx y Engels. Mi padre fue un obrero, creo que por ahí fue la cosa de aquellos libros. Nunca me habló de marxismo, cosa que ahora se lo agradezco, pero tengo otros recuerdos de él igualmente interesantes, como el leer el diario de principio a fin sin hablar con nadie después del desayuno, llenar los crucigramas completamente sin coger libro o información alguna.  Debo admitir – con vergüenza diría - que gozo limpiando los libros, aunque sé que también es necesario hacerlo, porque contrariamente al efecto que quiero conseguir, cuando abro la ventana para que se airee el ambiente, se llenan de polvo.

 Saco uno por uno los libros de su ubicación que no está ni en orden alfabético ni por temas, es un revoltijo de temas, sin embargo, se perfectamente donde esta tal y cual libro, sin necesidad de índice; paso la pequeña toalla encima de ellos con alcohol o bencina, no sé si estoy haciendo bien usando esos líquidos, pero me queda oliendo agradable. Cae uno sobre otro oblicuamente debido a la ausencia de apoyo,  y es así que a veces caen en mis manos y me quedo leyendo un poco lo ya leído anteriormente, diré mejor, releyendo lo ya marcado, subrayado o  anotado con algún comentario o desacuerdo, tengo la mala costumbre de marcar lo que a mi parecer es interesante de algún libro, es que un libro sin anotaciones, es un libro que denota que no ha sido tocado. Los libros reclaman que los anoten, los marquen, los comenten. Un libro arrugado por las manos del lector no es un libro viejo, sino leído.

Debo decir que escribo esta nota en el transcurso de la última limpieza, y conforme limpio los libros, regreso a la mesa a escribir la nota. Es así que al comenzar a pasar el paño, cayó en el dorso de mi mano el libro de Sartre “El ser y la nada” releer ese libro es como vivir la vida en una comunidad, habla del amor, del odio, del sexo y del prójimo, del vecino y enemigo, de la libertad con su soledad y angustia, con la responsabilidad del que sabe que está solo y es responsable de sus actos, sin Dios ni  diablo, y lo que es peor, consigo mismo. Leer a Sartre es fácil hasta que  empieza hablar del fenómeno de la nada, me hace acordar a Heidegger y me hace pensar las razones del porque no tengo ningún libro de él, y es que a Heidegger solo lo entiende Heidegger. Pero Sartre después mejora, y se vuelve más latino, al estilo de Ortega y Gasset que con su  libro “la revolución de las masas” me hizo creerme menos especializado en un tema, y más amplio de mente para aceptar otros temas que no sean los míos. En sus estudios sobre el amor, Ortega entra de lleno a analizar un amor casi casi cognitivo, él decía que el enamoramiento es un problema de atención, que el que se enamora lo pierde y se vuelve distraído en otros asuntos, leer a Ortega es fácil, usa un lenguaje simple y popular, no tiene la pesadez del intelectual difícil, me gusta limpiar los libros de él, para mi es el más lucidos de los pensadores del siglo XX pero claro es solo una modestia opinión, salvo mejor parecer, que dicho sea de paso siempre hay.

Me gusta también limpiar los libros que tratan de Grecia, los griegos me gustan porque eran muy hedonistas y resignados, Vivian sus vidas sin más preocupación que no enojar a sus dioses, como los romanos, aunque sin su rustica y vulgar manera de ser, la culpa de que piense así la tiene Suetonio, que con su libro “Vida de los cesares” me hizo preguntarme muchas veces, como Roma pudo llegar a ser cuna de la civilización en la edad antigua, gobernada como estaba, por emperadores que en su mayoría eran enfermos mentales, cuando no sádicos y pederastas. Julio Cesar, Augusto, Tiberio y Calígula, todos le tenían miedo al rayo y a los truenos, todos tenían trastornos de la percepción, asesinaban en sus crisis de inestabilidad emocional, eran sádicos, se prostituían, preferían a los muchachos, más que a las muchachas. Se creían dioses, en fin, como sabemos, los romanos absorbían la cultura que conquistaban, no crearon ciencia, ni filosofía, ni arte, ni literatura, en la ingeniería aplicaron la ciencia que heredaban por fuerza de las armas, creando los acueductos y caminos, y paro de contar. ¿ Y la legislación y el derecho? se preguntaran algunos, pero que sabían los romanos de derechos si sus emperadores asesinaban cuando estaban desayunando, y los senadores solo delegaban poder al enfermo de turno que gobernaba. Con Roma pasa lo del dicho “mucho ruido y pocas nueces” pero los barbaros se encargaron de ellos, y bien hecho, aunque la Edad Media no fue mejor, ni peor. Limpio el libro de Robert Fosster “Gente de la edad media” libro que cayó después del de Suetonio, Para Fosster el hombre moderno no se diferencia mucho del hombre medieval, para mí en cambio, se parece más al Cromagnon, nunca me gusto la Edad Media pienso que era una época oscura intelectualmente, y Fosster me lo confirmo en su libro, la escolástica busco razones en donde solo había fe, y no resulto. Yo no habría vivido mucho tiempo en la Edad Media, me hubieran matado desde muy pequeño. Caen una tras otra las obras de Freud y me hacen acordar la época universitaria, lectura obligada para estar a la moda, después comprenderé que la moda si incomoda, mejor dicho reprime, aunque para que no incomode, debí cambiar de lectura. La importancia de Freud en la primera mitad del siglo XX fue usada por la política y una que otra ideología como el marxismo y la Escuela de Frankfurt, cuyo fin era el conocimiento del hombre de la calle, el de la sociedad  post industrial,  que mas allá de los aspectos económicos, trataba de comprenderlo en términos de libertad y critica cultural, de lo que era y debía ser una sociedad que aun no hallaba su camino. Pero no hay que olvidar que el psicoanálisis es una literatura interpretativa, epistemológicamente llega a ese nivel, le falta la refutación del testeo Popperiano, pero  se ha ganado su lugar entre intelectuales que parecen que siguen creyendo que existe un yo y un ello. Los clásicos de Shakespeare son los que me dan más trabajo de limpiar, son tomos gruesos que contienen grandes obras dramáticas como Edipo Rey y Antígona, y el esquizofrénico famoso: Hamlet, ¿Habrá sabido por fin y de una buena vez, que era lo que olía mal en Dinamarca? ¿El cadáver de su  padre? ¿La mentira de su madre?, en fin.  Uno de mis libros favoritos es la epopeya religiosa de Milton, “El paraíso perdido” no porque yo sea religioso, sino porque está escrito en una prosa exquisita y barroca, cuando la leía me preguntaba varias veces, que nos queda a los mortales, si el mismísimo ángel caído era capaz de envidiar reinar en el cielo. El antropomorfismo de los personajes de Milton siguen la línea del materialismo animista, la relación alma y cuerpo contradecía la dualidad  cartesiana; los ángeles hablaban, comían y tenían emociones como nosotros. Nada divino en esencia, por eso Nietzsche decía que el bajo vientre era una de las razones por las que el hombre no podía ser Dios. Recomiendo  humildemente su lectura a quien le guste la poesía hecha prosa. Aun quedan muchos libros por limpiar, en la fila están los escritos de Marx y Engel  que los compre de puro capricho para recordar a mi padre. De acuerdo estoy con el marxismo en la posible concepción del mundo y de la realidad, y con el materialismo dialectico, pero hasta ahí nomas, en cuanto al trabajo, soy capitalista porque me gusta el capital. Mircea Eliade con sus cuatro tomos de la “historia de las ideas y creencias religiosas”  me abrió la perspectiva de las religiones, los curas deberían de leerlo más seguido, el sincretismo religioso de los diferentes pueblos del mundo dan tantas versiones de la creación del mundo como pueblos existen en la tierra. Es cierto que además, alimentó más mi afán de volverme ateo, cosa que aun no termino de hacer, pero ya falta poco, hago el esfuerzo por llegar a serlo. Limpio libros curiosos como “Memorias de una Pulga” o la “Atlántida” de  Verdaguer. Y caigo en la cuenta que no tengo casi nada de poesía, solo algo de Bécquer y de Torcuato Tasso con su “Orlando Furioso”. Ah ¡Nadie mejor que Bécquer para describir en sus leyendas los paisajes de la Europa romántica, sus balcones, su vegetación y sus ideales de loco enamorado. Sus Leyendas que para mí son como cuentos, están llenas de misterio y romanticismo. La leyenda becqueriana “El Rayo de Luna” una de las más hermosas que ha escrito, junta la ilusión y el amor hasta el encuentro de la luz, entonces la razón rompe el dualismo, que realmente no es tal,  sino locura.

El cuento de Vallejo “Fabla salvaje” junto con el “Tungsteno” cae después del de Bécquer, Fabla salvaje es un hermoso cuento o novela corta según se quiera ver, yo puedo llamarlo un thriller psicológico para estar acorde con los nuevos tiempos, la transmutación del alma del indio que cae de las alturas al  hijo que recién nace, es una especie de herencia de una tradición campesina, con su tristeza y suplicio explotada por el gamonal, pero también con la esperanza de que no todo termina en un instante y siempre hay esperanza de lo renovable. Arguedas con su libro “Agua” es el fiel reflejo del Misti que al estilo  de Hamlet “es y no es” en esta dubitación existencial se movió siempre el buen Arguedas,  ni era identificado con el campesino, ni él se sentía del otro lado, del mundo blanco. Su sensibilidad e irritación hacia la injusticia se transformo en literatura, su tristeza patológica en depresión que al final gano la batalla. Arguedas es un ejemplo de aquellos hombres que aun estando con problemas psicológicos, siguen creando intelectualmente. Su en ese tiempo llamada “neurosis” no era impedimento para plasmar en sus libros un mensaje de igualdad, rescatando al andino de mundo subcultural en el que estaba para emparejarlo con otros pueblos más avanzados. Limpio otros libros de filósofos, intelectuales, ensayistas, Hegel, Popper, el mexicano Octavio Paz, que son su análisis de la vida e historia mexicana, disminuyo en mí la admiración “al mexicano” y como contrapartida aumento la admiración hacia un pueblo revolucionario con ideas propias y nacionalistas, sin caer en el chauvinismo ridículo de creerse superior. ¡Esos hijos de la chingada ¡ . Nada limpio de poesía, porque no tengo.  Así de desordenada, como este escrito, esta la biblioteca. Y ya no escribo mas, de lo contrario, me dará la luz del sol antes de terminar de limpiar.

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