En
la mayoría de los casos las profesoras y profesores son referentes importante para sus alumnos, los niños siempre busca la atención
de los adultos en cualquier contexto, y el aula escolar no es ajena de esto.
Muy a menudo la atención de las profesoras refuerza alguna conducta problema
que si no fuera por esa contingencia, tal vez habrían pasado sin mucho problema
y no se volvería a presentar, a eso llamamos atención positiva, a la atención que
se presta a la conducta adecuada. Pero suponiendo que la novata profesora haya
propiciado sin querer que esa conducta problemática se repita, puede hacer lo
siguiente:
- Comunique a sus pequeños alumnos lo que
espera de ellos. Los niños no sabrán comportarse si no le dicen los límites y
el contexto en que está permitido tal conducta o no.
- Una vez comunicado el
primer punto, obre por consecuencia, es decir, refuerce la conducta que ha pedido que hagan.
Si Ud. No valora la conducta que pidió, el niño no tendrá “motivo”, aún, de
volverla a repetir.
- Si la conducta problema no es muy grave – y digo
esto porque en entrevistas con profesoras me refieren conductas que ellas creen
que son graves, no siéndolo realmente, muchas son anecdóticas porque solo pasan
una vez- ignórelas. Ignorarlas quiere
decir no prestarle miradas, palabras o gestos.
- Una vez que Ud ha observado que la conducta problema no grave se
deja de presentar, refuerce con su atención la conducta que le sigue. Si vuelve
a presentar la conducta problema, vuelva a ignorar.
Lo
que ocurre normalmente en el aula de clase, es que se presta atención a la
conducta inadecuada, y a la conducta propositiva la ignoramos sin querer. Los
profesores creen que “explicándole” a los niños para que “entiendan” que su
conducta es negativa y que no deben hacer se le está dando la atención debida,
esto lleva a un efecto contrario, hablándole y aconsejándole a los niños que
eso no se debe hacer, precisamente se le está dando la atención que ellos
quieren.
Las
orientaciones antes expuestas deben ser de aplicación a todos los alumnos,
constantemente, y en los lugares y horarios ya establecidos, los niños deben
saberlo. Y los profesores respetarla y aplicarlas, los alumnos sabrán que las
normas van en serio. ¡Ah! Y no se olvide, no castigue, salvo que sea
absolutamente imprescindible, y lo imprescindible se aparece muy raramente.